domingo, 3 de enero de 2010

Dia #09 - 06/09/2009: Danba - Suopo - Bamei - Tagong (110 km)


Hemos quedado para desayunar a las 8:00, así que nos levantamos más o menos como siempre y aprovechamos para ducharnos. Aunque hay algunos insectos muertos por las paredes de la ducha y el suelo no destaca por su limpieza, la utilizamos pensando que quizás mañana no tendremos tanta suerte. Es muy divertido ver como al ducharte mojas todo el baño, ya que la ducha se encuentra entre el wc, que en este caso es estilo chino (agujero en el suelo) y el lavabo, sin ningún tipo de separación.

Bajamos a desayunar hambrientos y al llegar al comedor nos encontramos a nuestro conductor vol de arroz en mano. Al vernos, se apresura a servinos arroz hervido con caldo, que puede acompañarse con un poco de verduras, sobras de la cena anterior, y huevos hervidos. Mi estómago ruge que no se me ocurra darle ninguno de estos alimentos, pero Bere, valiente y hambriento, se come un huevo duro con sopa de arroz. Le doy dos bocados a un pan blanco insípido y después de hacernos algunas fotos y despedirnos de nuestros compañeros chinos, emprendemos la marcha hacia Suopo.

De camino, el paisaje es espectacular. Podemos observar casitas construidas al estilo tibetano distribuidas por todo el valle, de tal forma que parece que nos hayamos trasladado mágicamente a un dibujo de cuento infantil. Además, el sol empieza a subir y se intuye un día claro y caluroso.

Atravesamos el pueblo de Danba y llegamos a Suopo. El coche nos deja al otro lado del río, ya que la carretera de acceso al pueblo está en construcción. Atravesamos un puente repleto de plegarias al viento y nos encontramos con nuestro guía tibetano. Andamos por un camino de arena que brilla con los reflejos del sol, hasta llegar a un caminito más estrecho que nos conduce al pueblo. La subida es fuerte y rápidamente empezamos a sudar. Después de unos 20 minutos de subida llegamos a las tres torres más altas del pueblo.

Primero entramos en la casa de la familia del guía. Allí vivía con su familia, su padre era algo así como el alcalde, hasta que el gobierno chino expropió su casa durante la revolución cultural. Está construida con madera y todavía conserva la estructura original. Entramos en las habitaciones y vamos subiendo pisos utilizando unas escaleras construidas con dos troncos. También nos enseña una pequeña capilla, cuyas pinturas todavía se conservan gracias a que fueron camufladas con papel durante la invasión china. Finalmente, entramos en la torre, la cual tenía objetivos defensivos, además de utilizarse para guardar trigo en la zona inferior.

Desde arriba podemos ver todo el pueblo. Algunas casas están en construcción. Nos explican que el turismo, sobre todo chino, está llegando a estas tierras, y el gobierno está dando algunas ayudas para reconstruir las casas. Ellos, comenta, no aceptan la ayuda, porque no quieren que su casa, comprada de nuevo al gobierno, vuelva a caer en manos chinas.

Una vez salimos de la casa, emprendemos el camino de vuelta. Por los caminos estrechos que atraviesan el pueblo nos cruzamos con cerdos salvajes, gallinas, y demás animales que viven al aire libre. Antes de llegar de nuevo al camino de tierra, el guía se separa para ir a buscar manzanas y granadas que nos regala antes de partir. Sobre las 11:30 llegamos al coche donde nos despedimos de nuestro guía.

Proseguimos nuestro viaje dirección Bamei. Por el camino paramos a hacer fotos al Yala Peak (5520 m) en el que observamos grandes lenguas de hielo. Al ir subiendo en altitud, el paisaje cambia radicalmente, convirtiéndose en infinitos prados verdes. Yo todavía no lo sé, pero el dolor de cabeza que tengo y ligeros mareos son el resultado del mal de altura, también llamado soroche en algunos países de Sudamérica, y que me durará todo el día. Tras hora y media llegamos al monasterio de Bamei. Estamos solos, no hay ruido, ni turistas, ni coches, sólo el sonido de las pregarias chocando contra el viento.

Un monje nos recibe a la entrada y saluda a nuestro guía. Nosotros también le saludamos, tashi delek! Él ha estado en varias ocasiones durmiendo en este monasterio, ya que un amigo suyo forma parte de sus monjes. Entramos a la sala principal y le damos la vuelta siempre empezando por la izquierda, en sentido horario. La práctica budista dice que deben darse 3 vueltas en sentido horario moviéndose alrededor de Buda o lugar sagrado como los planetas lo hacen alrededor del sol.

El monje nos explica a quién representa cada figura, el dios de la felicidad, del futuro, el de la tierra, tapado para que no se le vea nunca la cara, ya que da mala suerte, y muchos otros. Nuestro guía nos explica varios conceptos del budismo. Nos parece muy interesante pero complicado al mismo tiempo. También tenemos la oportunidad de ver a varios monjes trabajando en un mándala realizado con arena coloreada. Proseguimos la visita, ahora solos, por varios rincones del lugar, aprovechando que no hay mucha actividad al ser domingo.

Después de la visita, nos dirigimos al pueblo de Bamei, donde comemos. Como siempre arroz blanco acompañado de varios platos: tortilla francesa con tomate, ternera con verduras y berenjena con salsa. Como ayer, una valla a la salida del pueblo corta el paso para continuar, así que debemos esperar hasta las 16:30 aproximadamente hasta que la abran. Paseamos por el pueblo. Aquí, los hombres presentan una piel oscura y un pelo negro largo. Visten con gruesas chaquetas de cuero y sombreros al estilo cowboy. Los ojos no son muy achinados y muchos de ellos se pasean por el pueblo con motos adornadas y pintadas con detalles de colores. Acabamos de conocer a los khampas, minoría étnica que también puede encontrarse en Yunnan o Qinhai.

En cuanto tenemos vía libre, continuamos hasta Tagong. Sólo nos quedan 30 km pero tardamos casi dos horas en llegar a nuestro destino. La carretera es un camino de tierra en el que nos cruzamos con varias caravanas de camiones militares en sentido contrario, por lo que nuestro conductor tiene que imaginarse el camino, invisible debido al el polvo, para poder avanzar.

Cansados y algo mareados llegamos finalmente a Tagong. El sol empieza a esconderse así que decidimos quedarnos a dormir aquí, ya que el monasterio está cerrado. Estamos casi a 4000 metros así que empezamos a notar el fresco. Nos alojamos en el Snowland Guesthouse, justo al lado del templo. Descansamos en el hostal, donde nos tomamos un yogurt de leche de yak antes de ir a cenar. Después de la cena puramente china: berenjena, setas con lomo, tofu, col, todo ello acompañado de arroz blanco, subimos al terrado del hotel para ver las estrellas y disfrutar de la tranquilidad que se respira en el ambiente. Al llegar a la habitación escuchamos un animal corriendo por el techo de nuestra habitación. Yo opino que es un lindo gatito, aunque Bere es más negativo ya que él sospecha que es una rata quien nos hace compañía. Decidimos cerrar la puerta del baño para que no se cuele el bicho por el agujero que acabamos de descubrir en el techo y nos vamos a descansar. Con o sin rata, dormiremos profundamente hasta el día siguiente.

Para ver todas las fotografías de este día sigue este enlace o, este otro para verlas como presentación.

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